DISCURSO ACTO DE JURAMENTACIÓN CARLOS FERNÁNDEZ GALLARDO

Jul 22, 2021

77° Asamblea Anual de Fedecámaras

Carlos Fernández Gallardo

Presidente de Fedecámaras (2021-2023)

22 de julio de 2021

Hace unos meses, Andrés mi hijo, el menor, que vive acá en Caracas, me pidió que le recomendara un libro de poesía, y yo le recomendé un libro de Constantino Cavafis, pero yo mismo lo busqué, porque tengo la biblioteca muy desordenada, busqué el libro, lo conseguí y cuando se lo fui a entregar, estaba marcado en una página. Lo abrí para ver cuál era esa página de la última vez que lo había leído, lo he leído muchas veces a Cavafis, y me conseguí un poema extraordinario para lo que ha significado este recorrido vital para mí de 25 años, pero sobre todo el recorrido que será para nosotros los venezolanos los próximos 25 años.

Y ese poema se llama ÍTACA, el poema dice más o menos así:

Cuando emprendas tu viaje a Ítaca,
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones, ni a los cíclopes,
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado,
si selecta es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo,
ni a los lestrigones, ni a los cíclopes,
ni al salvaje Poseidón encontrarás.
Pide que el camino sea largo,
que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues con qué placer y alegría
a puertos nunca vistos antes

ÍTACA es para mí, el gran compromiso con Venezuela, el regreso a la modernidad.

Quiso la providencia que el título de esta Asamblea, Ricardo Cusanno en su extraordinaria capacidad comunicacional, y creo que la vieron hoy en su intervención, decidió que el título de esta Asamblea fuera FUTURO. Un largo camino a ese futuro.

Si el camino es empedrado, angosto, en subida, lleno de piedra, sigue por ahí, porque ese es el camino correcto.

El camino hacia al futuro nunca será un atajo; no se construye familia, no se construye empresa, no se construye nación, tomando atajos. Y yo creo que además que el concepto de futuro creo que me pone en circunstancia de lo que debería ser el tema central de esta reflexión, una reflexión dirigida a que puedan anticiparnos, a que puedan entender qué es lo que vamos a hacer, por qué lo estamos haciendo, y de dónde viene la convicción de que es el camino que tenemos que seguir.

El futuro no es otra cosa que la nación, en el concepto de Ortega y Gasset. Un proyecto sugestivo de vida en común. El futuro es el que une a los pueblos, el futuro es el que une a las naciones. La nación por integración, por incorporación que hizo grande a Roma, la Nación por incorporación que hizo grande a España, “tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando, salió a la conquista del mundo desde la pequeña y rural España”.

Futuro por incorporación fue lo que inició la nación francesa, la Ile de France, esa pequeñita islita que incorporó, no con violencia, sino con proyectos su objetivo de vida futura, de vida en común, de institucionalidad, de derechos, de incorporación, incorporó a los galos y a Normandía. El deseo de Normandía, quizá conocido por todos de integrar la nación francesa, de ahí aquella famosa frase: París bien vale una misa.

Creo que el concepto central de nuestra preocupación debe ser la nación venezolana, porque se está desintegrando.

Cinco millones de venezolanos que han tomado los caminos hacia distintas latitudes, se han asentado con sus potencialidades, con sus capacidades, con sus afectos, en otros países; se han marchado porque no tienen un proyecto sugestivo de vida en común. Podemos tener valores comunes, podemos tener una fuerza que nos integra, probablemente el imperio más grande de la humanidad, el de Gengis Kan, duró lo que duró su vida, ¿por qué? Porque no había un proyecto sugestivo de futuro, había una fuerza que se imponía sobre la voluntad de sus habitantes, y todos esos paralelos caben en la tragedia venezolana.

Quisiera Sófocles haber vivido en Venezuela para inspirarse en su tragedia griega, hubiera querido Victor Hugo ver lo que vemos en las barriadas y en las poblaciones rurales de Venezuela, para inspirarse en Los Miserables. La Nación se nos desvanece en las manos, y nos quedamos en la pelea estéril, en la confrontación inútil, en la esperanza vacía, en el populismo incesante y carente de contenido.

Ese pueblo noble, que en palabras del maestro Rómulo Gallegos, sufre, ama y espera, ya no espera más. Este país requiere soluciones, necesita soluciones, urge soluciones.

Y al final de un modelo que transitamos durante 100 años, y estamos hoy en día en esta coyuntura trágica, sin modelo de desarrollo, con pobreza extrema, con esa palabra tan poderosa que usó Monseñor Barreto, cuando expresó que teníamos déficit de dignidad.

Esa es la realidad que sacude a los venezolanos y nosotros no podemos ser indiferentes, los que hemos, de cierta manera, tenido el privilegio de no tener carencias, de poder formarnos, de conocer otras latitudes, de haber vivido la modernidad, sabemos la brecha inmensa que nos separa a la Nación venezolana del resto de las naciones de nuestro mundo, de occidente. Porque también del mundo occidental, y de los valores que nos unen, y que le dan sentido a esa Nación, nos quieren separar. Nosotros somos occidentales. Nosotros somos judeoscristianos, nosotros tenemos ese sentimiento y esa identificación. Tenemos una serie de valores republicanos que también compartimos.

Tenemos una historia gloriosa que también compartimos, un Panteón lleno de héroes, lamentablemente en su mayoría militares, pero también tenemos héroes civiles, referentes, lamentablemente no tenemos muchos referentes vivos, Pero eso no es suficiente para darle contenido al sentimiento nacional. El sentimiento nacional necesita futuro, un futuro que genere arraigo, un futuro que genere ese compromiso, un futuro que genere esperanza, y yo creo que la destrucción que vive el país y la coyuntura que vive el país es responsabilidad de todos, pero no en partes iguales. Hay unos que tienen más responsabilidad que otros.

En las muchas iniciativas empresariales que mi familia y yo hemos participado y que hemos fracasado, la culpa es nuestra, de las cabezas, de quienes dirigen, de quienes fijan las reglas, de quienes tienen el control, de quienes imponen las políticas, de quienes gobiernan.

No es posible pretender un borrón y cuenta nueva con olvido, es un borrón y cuenta nueva con justicia. Cada quien debe responder por lo que haya hecho, el sentido de la responsabilidad es personalísimo y es un valor occidental, es un valor republicano.

Y en esta coyuntura de destrucción, de difícil salida, yo creo que nuestro concurso tiene que ser por supuesto el de integrar a todos.

Yo creo en el concepto de nación por incorporación, no por desplazamiento. Ahora eso significa, un trabajo largo, es mucho lo que tenemos que tejer, mucho lo que tenemos que armar para aprender a incorporar las diferencias.

Cuando estábamos pensando en quién incorporar en el equipo, yo preferí armar un equipo que se pareciera, pero que no fuera tan similar a mi manera de pensar, pero lo que yo sentía en la mesa, es que al final todos tenemos los mismos propósitos, tenemos los mismos objetivos, lo que muchas veces diferimos, y no es poca cosa, en cuál es la estrategia. Debemos aprender a construir sobre las diferencias.

Cuando veo en las redes sociales y veo los comentarios y leo los ataques, me preocupo, y veo personas con altísimo nivel, altísimas responsabilidades, confunden el propósito con la estrategia, el objetivo con la táctica. No señores, el acercamiento no es un objetivo. El acercamiento es un medio. El objetivo es muy superior, es la integridad de la Nación. Y cuando buscamos este equipo, y como hicimos en el acercamiento del 27 de enero, tan costoso para la Institución, y sobre todo tan costoso para Ricardo, creo que a veces tenemos que dar testimonio y hasta pedagogía para la sociedad. Una institución, que es la empresa privada que tiene la segunda aceptación de confianza en la ciudadanía, la gente se fija en lo que uno hace, modela a los demás, ese prestigio no es para guindarlo en un cuadrito, ni es para rendirle loas, ni complacernos entre nosotros en las reuniones, ese prestigio es para ponerlo al servicio de lo más importante, que es la gente, de esa nación que se disuelve, de esa Nación que se va.

En estos días conversando con Mercedes Malavé, me narraba lo que vio en Táchira, la gente migrando a Colombia, harapienta, descalza, vacíos de esperanza, doblados en su dignidad.

En nuestros recientes recorridos por el país, vimos caras famélicas, abusos de derechos humanos, desdibujamiento de las instituciones del estado, carencia de árbitros para dirimir las diferencias entre los ciudadanos, eso es un retroceso enorme en términos de institucionalidad.

Cuando lees las cifras de lo que llaman el daño antropológico, las cifras de pobreza extrema, o la poca alimentación de proteína que mencionaba Felipe Capozzolo; impacta.

Yo invito a que todos recorramos el país para que los veamos, porque si leerlo te impacta, verlo te conmueve, y nosotros no podemos ser indiferentes a esa tragedia humana que nos circunda.

Quizás me han escuchado muchas veces hablar de este concepto que se ha vuelto prácticamente una obsesión en mis lecturas y en mis reflexiones, que es la conquista de la modernidad, yo creo que tiene que ser el norte de los que hacemos empresa y de los que hacemos ciudadanía.

La democracia, la empresarialidad y la institucionalidad, son conceptos dinámicos, son conceptos que avanzan, que van agregando cada día nuevos adjetivos, nuevas apreciaciones, más amplitudes, pero todos coinciden en una cosa, los tres círculos se juntan en un espacio en común que es el empoderamiento ciudadano, y eso no es otra cosa que la modernidad. La modernidad es el empoderamiento ciudadano para que el hombre pueda desarrollar a plenitud todas sus capacidades y gozar de los beneficios que la formalidad y la misma estructura social trae dentro de un sistema de derecho y de respeto a las instituciones.

Pero la fortaleza de la sociedad no es la fortaleza de sus hombres, ni la fortaleza de sus ciudadanos es la fortaleza de la sociedad, se complementan, tienes que hacer más fuerte a los ciudadanos, mientras haces más fuerte haces a la sociedad. Esos son procesos complejos de largo plazo, sobre todo de esa visión prospectiva de vida en común, hacia dónde queremos ir como sociedad; nosotros planteamos la modernidad, y cuando nosotros hacíamos el Plan Prospectivo 2035, ahí solamente nos estamos enfocando en la modernidad económica, que es importantísima, pero es mucho más importante la modernidad en el concepto de democracia. Es mucho más importante la modernidad en el concepto de ciudadanía, es mucho más importante la modernidad en el concepto de progreso social.

Los términos cambian, las significaciones cambian y hoy en día estamos en una coyuntura que nos abre el camino de conquistar la modernidad, o continuar en el retroceso. Quiero anunciar, quiero que sepan, quiero decirles, que yo no veo futuro en el país si no asumimos con seriedad, con compromiso, con determinación, un proceso profundo de negociación entre todas las partes en conflicto, con acompañamiento internacional. Lo mencionó Ricardo en su discurso en relación a la visita del señor Jorge Rodríguez, esa parte me tocó a mí, porque la Comisión se llama de: Diálogo, Negociación y Paz. Y nosotros explicamos qué entendíamos nosotros por cada una de esas palabras, porque a veces se le ponen títulos a las cosas, no se discuten, usted entiende una cosa y yo entiendo otra, y al final nadie entiende nada. Nosotros explicamos qué era para nosotros “diálogo”, qué era “reconciliación”, y sobre todo qué era “paz”.

Porque acuérdense que la Asamblea nuestra del año pasado (2020) invitamos un premio Nobel de la Paz, trajimos al Cardenal Baltazar Porras, porque nos preocupa que la nación venezolana pierda la confianza en la política, que es la verdadera manera de resolver los conflictos sociales. Por aquí está el profesor Elías Pino, vi al Dr. Rafael Arráiz más temprano, y ellos mejor que yo pueden decirlo, que todo el siglo XIX a nosotros se nos fue en pelear entre nosotros, en guerras. Y qué pasó en el albor del siglo, en la última batalla en 1903, me corrige, profesor, pudo ser la última batalla, importantísima por supuesto, pero también éramos en esa fecha, el país más pobre de América, éramos el país más atrasado de América, porque si no hay paz no hay progreso, si no hay paz no hay desarrollo. Y los acontecimientos nos alertaban, si el gobierno sigue reprimiendo y sigue siendo con esa bota totalitaria, la política no se va a acabar, y la búsqueda de soluciones no se va a acabar, pero sí puede tomar otros caminos.

Ese es un camino peligroso del que uno sabe cuándo entra, pero difícilmente sabe cuándo sale. A mis amigos colombianos siempre les pregunto cuándo comenzó la violencia en Colombia, y de tres personas a las que les pregunto, consigo tres respuestas distintas. Unos me dicen que, con Gaitán, otros me dicen que, con la Guerra de los mil días, y otros me dicen que cuando Bolívar hizo el Partido Conservador, Santander hizo el liberal, y ahí empezó el bochinche. Qué quiero decir con esto, que las sociedades no saben cuándo se puede prender la chispa de la violencia. Hoy en día en el 2020, están saliendo las heridas de la Guerra Civil Española que hace 40 años no salían, porque fue una guerra entre hermanos, una guerra entre los mismos, una guerra entre una misma nación. Nosotros podemos perder la perspectiva de la paz, y eso es lo que decía Ricardo un poco en el tema en que nosotros insistimos, en que no puede ser La paz de Versalles, y con La paz de Versalles lo que queríamos decir es que la paz no es cuando uno le pone las condiciones al otro.

Tiene que ser la paz de la segunda guerra mundial, de juicios, pero de apoyo, de progreso. La paz donde ambas partes en conflicto se juntan para que todos tenga un estado mejor. Y esa preocupación por supuesto que después trajimos en caminos de negociación es para mostrarles, como bien lo decía Ricardo el martes, quizá para complementar un poco el tema, hicimos mucho énfasis en la “s” de caminos, porque no hay una sola ruta, no hay un esquema, no hay nada donde ir a calcar y copiarlo para aplicarlo en Venezuela. Cada quien tiene sus dimensionamientos, sus características. Pero hubo conflictos aquí al lado en Colombia, un país muy parecido a nosotros, pero hubo conflicto en Irlanda, la Gran Bretaña, en la cuna del liberalismo, en el epítome probablemente de la civilización occidental moderna.

La cuna del liberalismo que tanto profesamos y defendemos nosotros y las democracias modernas. La cuna de la revolución industrial, de Adam Smith. La paz es una cosa muy frágil que tenemos que cuidar, que tenemos que comprometernos a todo. Por eso nosotros hemos insistido en el camino de la negociación y en la visión de la nación por inclusión, por incorporación, la nación de Ortega y Gasset.

Creo que estas negociaciones entre todas las partes debemos aprovecharlas, hacer toda nuestra presión, unirnos con cuanta sociedad intermedia y con cuanto factor social quiera acompañarnos. Por ejemplo, nosotros nos hemos unidos al Foro Cívico donde hay un número importante de instituciones, pero nos hemos unido sin perder nuestra identidad, coadyuvando en su esfuerzo, manteniendo nuestra autonomía y nuestra independencia, porque creo que tenemos que aprovechar ese momentum que se va a vivir para que ese acuerdo sea mucho más profundo, que vaya más allá de la reinstitucionalización democrática del país, que es muy importante. Porque el país puede volver a reconstituir sus instituciones democráticas y es fundamental, pero el país va al garete, el país no tiene un modelo de desarrollo, el país no tiene un proyecto sugestivo de vida en común; el modelo rentista, creo que injustamente satanizado y que muchas cosas trajo al país, y que fue producto de un consenso quizá de las mentes más importantes hace cien años, después profundizado por esa gran transición venezolana que fue la que inició Eleazar López Contreras que terminó de crear la institucionalidad moderna para darle cabida a todo ese progreso que venía y a toda esa nueva sociedad urbana que se estaba formando, están allí para que hagamos un nuevo modelo, pero no puede ser ya el modelo rentista, ese modelo rentista que todos sabemos en los números que se acabó, pero que ninguno queremos sacar de nuestro corazón, de nuestra mente y nuestras apetencias, el país tiene que darse un nuevo modelo, pero no puede ser un modelo acordado sólo entre las élites, por muy buena intención, por mucha preparación y por mucho conocimiento que podamos tener del país.

Tiene que ser un proyecto sugestivo de vida en común. Tiene que ser el que todos persigamos, que todos sigamos, que todos anhelemos, que todos apoyemos.

Ahora, lamentablemente el país necesita soluciones y las necesita pronto. Y sin modelo a dónde se va a recurrir. Creo que la actual situación lamentablemente para muchos, afortunadamente para el progreso de la humanidad, están de la mano de la libre iniciativa soluciones de mercado que estoy consciente que es una palabra anti-sonante, antipática al imaginario colectivo. Pero, soluciones de mercado es la dolarización que hay por allí. Esa no lo impuso nadie, esa no lo diseñó nadie, esa no la decretó nadie. ¿Y qué es el mercado?, no es otra cosa que la locación perfecta de las necesidades y oferta de los ciudadanos. Los problemas que tiene el país sin renta no hay manera de solucionarlos si no es con la inversión privada. Yo le pregunto a las autoridades, y muchos de ustedes lo sabrán, cuánto cuesta resolver el problema del agua, y podemos decir las cifras que ustedes quieran, digamos 1.000 millones de dólares, ¿De dónde los vas a sacar? ¿Quién te los va a prestar si no tenemos créditos, si no tenemos ingresos?

El principal ingreso externo del país viene del sector privado, y casi la mitad de ese ingreso de ese sector privado viene de remesas, de esa nación dispersa y que se está desintegrando, que tiene cierta conexión todavía con el país.

Entonces, ¿qué vamos a hacer? Allí hay dos posturas, o resuelvo el problema del agua dejando que alguien traiga 1.000 millones, o dejamos a la gente muriendo de sed. Probablemente yo sé la respuesta del Tweet: “a esta gente no le importa que estos se mueran de sed”, bueno, yo ahí tengo mis diferencias, porque yo creo que una de las formas que busca el gobierno de legitimarse es teniendo una mejor gestión. Porque la gestión le trae afinidad y cercanía con la ciudadanía, pero no tiene gestión ni tiene plata. Y por supuesto viene la otra: “¿Y quién va a traer los 1.000 millones para arreglar eso?”, muy buena pregunta… ¡Nadie! Obviamente que nadie en estas condiciones.

Eso es lo que Ricardo ha dicho mil veces, la economía como punto de encuentro. Porque puede ser que haya quien traiga los 1.000 millones si usted le da esta y aquella condición, y si usted incorpora en la solución a la institucionalidad multilateral. Vamos a traer al Banco Mundial o vamos a traer al no sé qué porque a nosotros no nos van a dar las condiciones ni las garantías, pero a ellos sí. O no se arregla el problema del agua.

El problema es que nosotros anticipamos la respuesta negativa, aquí se concilió una solución para el problema eléctrico de occidente, casi 400 millones dólares para la reactivación eléctrica del Zulia y algo del Táchira, con fondos provenientes de la CAF, la Corporación Andina de Fomento, y su administración por el PNUD o como se deletree. Pero eso no fue posible, porque si recuperábamos el tema eléctrico le dábamos oxígeno a una opción política. ¡Qué barbaridad! Oxígeno le íbamos a dar a 5 o 6 millones de venezolanos que viven en occidente.

Tratamos de hacer el mayor esfuerzo de convencer de la locura, de la insensatez, o del mal cálculo político. Decíamos: “No vale, el que se pare en la Plaza Baralt de Maracaibo y diga que está trayendo la plata y la luz está volviendo por él, la gente lo va a querer es a él, y que el otro se encargue de ver cómo eso no llega”. Y entonces el que no quiera que llegue le genera un costo político al otro, entonces tiene ganancia doble: trae la solución y si el otro se te opone también tienes la ganancia. Pero eso no está en el cálculo, porque es que nos hemos alejado de lo más importante de la actividad política y de la actividad humana en general, que es el hombre. La economía está al servicio del hombre, no es al revés. La actividad política está al servicio del hombre, de traer soluciones al hombre, a los venezolanos.

Ese pueblo noble que ama y sufre, no espera.No tiene capacidad de esperar. El país ha aguantado 8 años de un tremendo retroceso económico porque tenía un capital social inmenso que se ha ido consumiendo año por año. Son 8 años de caída económica consecutiva, y las cuentas hay que pagarlas, sino pagas las cuentas no vas a tener medicinas ni ambulancias, ni vas a tener las tizas y los lápices para las escuelas, entonces ese modelo rentista no tiene cómo traer soluciones. Y ese aislamiento no puede traer soluciones si no hay crédito. Y a eso también me quiero referir: al aislamiento. Ese es un tema complicado, pero es un tema que, primero, no depende de nosotros. Esa es una decisión de países soberanos, Estados Unidos, o más complicado aún, de un grupo de países soberanos de la Unión Europea. Muchos me escucharon decir aquí que me aterrorizaba que llegáramos a las sanciones, no sólo por lo que implican, sino por lo que cuesta levantarla. 25 años se tomó Sudán, Ricardo, hace un año levantaron la última. 25 años es una generación. Pero ya estamos en ese tema y es una realidad que hay que manejar. Pero lo más importante, se llaman “sanciones”, no se llaman “premios”, no se llaman “recompensa”. Se llaman “sanciones” a un modelo que, según esos países, se abusó del estado de derecho, se abusó de los derechos humanos y vulneró los valores republicanos cercano a nosotros.

Entonces no podemos pagar la misma cuenta, yo estoy totalmente en desacuerdo con lo que se dijo aquí el martes, que nosotros habíamos medrado del sistema cambiario y habíamos medrado del sistema rentista. Sí, pero ese modelo nosotros no lo impusimos, a nosotros nadie nos invitó a discutir el control de cambio. Por el contrario, en esta misma casa todos mis antecesores lo combatieron y llamaron la atención y dijeron que no era viable, que no era sostenible y que debía ser por poco tiempo, etc. ¿Y cuál fue la respuesta? Es que, si lo levantamos, caemos. Y este mismo servidor que está aquí también lo combatió personalmente. Yo llamé la atención del país, obviamente nadie me oyó, en la fiesta del consumo del 2011 y 2012 cuando era presidente de Consecomercio, y puse un símil: “esta es una gran fiesta donde todo el mundo se está emborrachando, mañana viene el ratón”. Porque creímos que la capacidad de consumo, por cierto, producto del boom de los commodities y del grosero endeudamiento era salir de la pobreza.

Obviamente no es lo mismo ser pobre con consumo que sin consumo. Pero es que allí no está discusión profunda, la discusión está en la inclusión, porque iba a pasar lo que pasó si no los incluíamos socialmente. Y eso es lo que tenemos que buscar, un modelo productivo, un modelo que nos dé sostenibilidad, un modelo que tenga como locomotora la recuperación de la industria petrolera, a quien le quedan menos años de vida que antes, todas las tendencias energéticas dicen hacia dónde vamos, pero todavía hay una capacidad y todavía hay otros usos.

El petróleo se usa en la industria farmacéutica, en plásticos, empaques, y en cualquier cantidad de industrias, y habrá otra cantidad de usos probablemente que no tendrán una mayor demanda, pero hay un recurso que hay que explotar y hay que explotar rápido, porque a esos activos petroleros les va a pasar como a los activos sociales, se van a gastar, no los vamos a consumir, y cuando queramos prender las válvulas se van a romper, porque esos son sistemas delicados, sistemas de alto mantenimiento.

No me quiero salir tampoco del tema fundamental de las soluciones de mercado y libre iniciativa, pero quiero centrarme en el problema económico más importante del país, y para el que no tenemos respuesta porque no la hay, que es el ingreso de los venezolanos. Nosotros nos reunimos la semana pasada con las autoridades y celebraba que el ingreso promedio del sector privado era de 70 dólares y que era x veces más alto que el sector público, 70 dólares al mes, si los precios nuestros son todos internacionales, aquí vale cualquier cosa lo mismo que vale afuera. Pero eso tampoco es culpa de la empresa, cómo hace una empresa trabajando a 10% de capacidad para tener unos precios competitivos si tiene una serie de estructuras, de costos fijos, de seguros, de cosas que tiene que pagar que al final tiene que transferir. Pero con 70 dólares no hay posibilidad. ¿Y por qué me preocupa este tema, no solamente el tema económico, que habrá maneras de palearlos en el mediano plazo, el tema humano? Porque, señores, hay una frase hermosísima y poderosísima a la que me quiero referir: “El trabajo dignifica al hombre”. Entendamos al hombre también como un ente productivo, el hombre se desarrolla a plenitud a través del trabajo, a través del esfuerzo, el trabajo al servicio del hombre, no el hombre al servicio del trabajo. Pero cuando tú tienes un ingreso que no te da para sostenerte, invertiste el concepto, estás poniendo al hombre al servicio del trabajo, y qué es lo que va a pasar, que va a dejar de trabajar.

Por eso mi preocupación enorme con la pérdida del valor del trabajo, no me cansaré de decirlo, estamos en riesgo de que se pierda el trabajo como valor. Un valor liberal, sí, un valor de occidente, un valor judeo-cristiano, un valor nuestro, venezolano, Y por qué digo esto, porque yo creo que el tema fundamental de la inclusión social viene del mercado, viene de la libre iniciativa, volveré a insistir a donde me inviten, que el binomio indetenible para la inclusión social de las grandes mayorías es empresas eficientes con trabajadores productivos. Pero con esquemas legislativos y con conceptos modernos que nos permitan compartir esa productividad con nuestros afiliados. La Ley del Trabajo es una rémora.

La caída del producto interno venezolano comenzó en el año 2013. 320.000 millones de dólares, hoy son 40.000 millones. Si repetimos el milagro económico del siglo XX, de crecer 5% interanual, necesitamos 40 años para llegar al 2012. El modelo que tenemos se barrió en 8 años 40 años de recuperación. Se dice fácil, y todo el mundo pensará que China creció el 7%. Ojalá crezcamos el 10% para que no sean 40 años sino menos de20. Ahora, yo le pregunto a los que más saben, la Ley del Trabajo es del 2012, y la catástrofe empezó en el 2013, ¿casualidad o causalidad? Porque invirtió la lógica del trabajo, puso en umbral en el final de la relación laboral, “protégeme para que me lleve algo cuando me vaya”, ¿Y mientras tanto? El umbral no es la salida, el umbral es el viernes, el umbral es el 15 o el 30, porque es que con eso es que vas a construir tu vida, vas a planificar tu familia, va a crecer tu gente, tanto protegimos la salida que nos quedamos sin salario y sin salida.

A mí me da pena cuando veo liquidaciones de personas con 20 o 30 años en cualquier empresa, no es posible, no es posible no sólo por el valor de lo que se le da, sino que la gente confió en un sistema y en vez de comprar, invertir en un fondo de pensión, en seguros modernos, confió en el sistema prestacional, en el sistema de seguridad social. ¿Y cuánto es la pensión que recibe la gente que estuvo 750 semanas cotizando con un bolívar con valor real? ¡Qué injusto! Ahora, eso tiene solución de la mano del mercado. Tenemos que ser audaces para atrever a proponerlo. La palabra más simpática del diccionario venezolano es “socialismo”. No quiero terminar antes sin un reconocimiento y un testimonio.

Estoy muy orgulloso de haber sido vicepresidente de esta gestión, y nunca pensé que fuera a aprender tanto de estos tres amigos. La experiencia y la serenidad de Eduardo, su agudeza en el análisis de las situaciones más complejas, su amplio kilometraje, su paso por la administración pública, le daba una sensibilidad interesante a sus visiones. Reconozco que a medida que fue pasando el tiempo, fui apreciando más su visión y sus opiniones. Fernando, calidad humana absoluta, el amigo consecuente. Fernando es alguien extraordinario. Nos sabes la alegría que tengo de haberte visto tan bien. Rezamos mucho por ti, es impresionante el cariño que todos aquí sentimos por Fernando. Pero nunca me imaginé que fuera a aprender tanto de una persona más joven que yo, presidente Ricardo Cusanno. Y antes de narrar las experiencias, quiero ofrecer disculpas a Ricardo y a todos, porque probablemente no hice mi trabajo adecuadamente.

Creo que a Ricardo le tocaba asumir los riesgos, dar el paso adelante, y quizá me tocó a mí explicar mejor, trabajar más, exponer más el pecho, para aclarar quizá a veces los malentendidos que se dieron en una gestión donde siempre privó la buena fe. Realmente tengo que dar testimonio del compromiso de Ricardo durante estos dos años. En mi vida me imaginé que iba a tener tantas reuniones a toda hora y de esfuerzo que nosotros pusimos para tratar de cambiar la dinámica de la institución. Y le agradezco su coraje, hay que tener los pantalones bien puestos para hacer lo que hicimos. Porque sí, yo tengo buenas ideas, pero eso no es todo. Hay que ejecutarlas, y hay que correr los riesgos de la ejecución, y hay que soportar una cosa que no es ajena a nuestra venezolanidad, hay que soportar los ataques, improperios, las descalificaciones, actuando de buena fe. Cuando Ricardo empezó a manifestar en todos los espacios, aunque sonara duro, que esta era una institución independiente y autónoma, nunca quisimos decir que antes no lo era.

Lo que pasa es que ese círculo de empresarialidad, institucionalidad y democracia tiene que cambiar sus dinámicas. Las dinámicas que nos trajeron hasta aquí no son las dinámicas que nos van a sacar de aquí. Y las dinámicas que hemos aplicado en los últimos 10 o 15 años no nos han dado resultados. Este no es un revisionismo de si lo hicimos mal en el pasado, no, nosotros estamos muy orgullosos de nuestra historia. Esto fue un acoplamiento a una nueva dinámica ante una nueva realidad, porque es que nosotros somos empresarios. Yo quisiera dar clases de filosofía para partir de cero supuestos y llegar a la verdad, pero yo no soy filósofo, soy empresario y tengo que manejar realidades.

Esta dinámica que traía la institución, muy valiosa, nosotros no hemos cuestionado a nadie ni tenemos porqué hacerlo ni tenemos la altura para hacerlo, pero sí teníamos que cuestionarnos a nosotros mismos porque veíamos que no estábamos incidiendo. Y creíamos, y creemos, que hay que ser iconoclastas, porque es que, si vas a aplicar los mismos métodos, vas a conseguir los mismos resultados, y esa es la valentía de Ricardo Cusanno.

NO sé cómo vamos a cambiar la inercia que trae el país, porque no vamos por buen camino. Hace más de 5.000 años los fenicios trajeron un gran avance a la humanidad, cuando salían de Cartago sabían a dónde iban. Y no importaba la tormenta o la adversidad, ellos sabían a dónde tenían que llegar. NO sabemos a dónde vamos como nación. Ese concepto tan básico de conocer el puerto de llegada este país lo perdió. Discutimos a quién ponemos y qué hacemos, pero no sabemos a dónde vamos. No es posible que, en el siglo XXI, un país como el nuestro que abrazó la modernidad, que fue referencia de vanguardia en la región no sepa hacia cuál puerto va.

No sabemos hacia dónde llevamos nuestra gente, hacia dónde llevamos nuestros hijos, hacia dónde vamos nosotros mismos. Y no lo discutimos, eso no está en discusión en el país. Por eso creo que ese camino de negociaciones que se están dando, ese esfuerzo liderizado por mucha gente buena hay que ampliarlo. Creo que hay aprovechar ese momentum, creo que hay que aprovechar ese acompañamiento internacional, tenemos que ponerlo también al servicio de que discutamos hacia dónde queremos ir como país. Pero no podemos ir a la discusión con políticas de inacción, la inacción lo único que trae es la consolidación del status quo, no hay avance social, no hay progreso humano, no hay conquistas de derechos, no hay reivindicaciones si la sociedad no se moviliza. Y la movilización no son las grandes marchas en la autopista, no me confundan, la movilización son los trabajadores en su sindicato, son los vecinos en su condominio, somos los padres y representantes en los colegios de nuestros hijos, buscando ajustes, buscando mejoras y reivindicaciones.

Si nosotros nos quedamos en la inacción, los que están allí siguen allí. Tenemos de que devolverle a la nación el ansia de movilizarse. Pero es muy difícil con 1.100 dólares de ingreso al año. Porque si no tengo proteína y no tengo gas, priva el instinto primario del hombre que es la supervivencia, y se me va todo el día en sobrevivir, y un país no puede estar en actitud de sobrevivir. Por eso mi invitación a la modernidad, porque la modernidad es un estado, que perdimos, es una actitud y es una vocación. Nosotros tuvimos el estado, tenemos la vocación, nos pisotearon la actitud. Tenemos que abrazarnos a la conquista de ese mundo mejor, es posible. Hay dificultades, partamos de las dificultades, creamos en la empresa privada.

Quiero repetir para los que me escuchan por las redes, la empresa privada genera riqueza, pero no se entienda que genera riqueza solo para sus accionistas, genera riqueza para la sociedad. Cuando una empresa obtiene un beneficio porque vendió un millón de teléfonos, la sociedad obtuvo una utilidad más grande porque puso a un millón de personas a comunicarse, a trabajar, a agregar valor, a generar contenido. ¿Quién ganó más, el señor que vendió un millón o la sociedad que multiplicó por n su capacidad de interacción y su generación de valor? Esa es la empresa en cualquier sentido, en cualquier escenario, en cualquier actividad.

No nos dé pena el defender los valores de la empresa privada, como no nos debe dar pena defender los intereses de la empresa privada y de los empresarios. Porque son intereses legítimos, son intereses producto del trabajo, ese mismo que dignifica al hombre. Cuando a una persona le quitan su empresa, se expropia no solo el valor del activo, es el trabajo acumulado en lograrlo. Son los años dedicados a hacerlo realidad. Y es, cómo no, el sueño perdido. ¿O es que los hombres no soñamos lo que queremos hacer? ¿O es que el sueño no nos inspira a las mejores luchas y batallas?

El equipo que me acompaña y yo somos ajenos a los aplausos, somos ajenos a la estridencia, nosotros vamos a contribuir con propuestas, con reflexiones, con trabajo, con articulaciones. No nos pongan a dar gritos, no nos pongan a pedir que “hay que hacer algo”. Hay que hacer mucho. No es nuestro estilo y tampoco el país está en condiciones para eso. El pueblo ama y sufre, pero no espera. Yo creo que en este largo camino a Ítaca que mencionaba de Cavafis, que no es otra cosa que la modernidad, nos acompañan tres cosas: el corazón henchido de pasión venezolana, de pasión por los venezolanos; nuestra cabeza llena de ideas, ideas que hemos meditado, sopesado y conversados porque no todas las pensamos igual; y una mochila llena de buena voluntad.

Solo nos falta una cosa que quiero pedirles a ustedes con toda la humildad posible, acompáñennos en esta jornada, no nos dejen solos, Venezuela no espera, necesita soluciones.

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